dime si

Tú que lamiste mi corazón, que sabes cómo
respira, sabe, huele, late.
Tú, que incluso probaste un bocado,
dime si vive
o muere.

(h)ola

dime hola
y te veo

dime ola
y
te nado
te bebo

te tiemblo

contenido

Rájalo, desparrámalo y observa:
café con leche
medialuna y media
agua, más agua
pan, queso, tomate, orégano
y mariposas.
Mi estómago.

3, 2, 1

Podría escribir
algunas cosas tristes esta noche
Por ejemplo,
que en
3, 2, 1
te olvidarás de mí.
y en
1, 2, 3
pensarás en

- que más da, entonces -

encuentro multicultural

Tengo que escribir algo. Unas palabras para presentar este Encuentro Multicultural. Pero no sé por dónde empezar, hacia dónde dirigirme, qué metáfora emplear.

Y lo dejo estar. Unas horas, unos días.

Hasta que abro el periódico o salgo a la calle y me saltan a la cara noticias que no quiero leer, realidades que me gustaría romper.
En Europa, la xenofobia va ganando terreno.
En el metro, a mi lado, alguien dice “Yo no soy racista, pero sí ordenado. Sólo pido que cada uno esté donde le toca estar: en su país”.

Entonces, algo oscuro, semejante a un lodo negro, viscoso, se va infiltrando en mí, me acompaña.
Y no lo entiendo: cómo parece ser que los seres humanos no aprendemos del pasado, cómo dejamos que nuestros pensamientos sean gobernados por el miedo a lo diferente, y que la masa y las frases hechas hablen por nosotros.
Y construimos barreras entre nosotros mismos, y evitamos mirar y sentir a las demás personas: las que están en cualquier rincón del planeta y las que conviven en nuestra misma calle.

Llega el final del día, me doy cuenta de que soy poso de lo que voy viviendo, y que ese hueco negro y triste sigue ahí.
Y tengo que escribir algunas palabras para el día de hoy.

¿Pero… qué significa un pequeño Encuentro Multicultural, en las calles de un pueblo perdido? Si cada mañana voy a seguir abriendo el mismo periódico y viajando en el mismo metro…

Quizá signifique no cruzarnos de brazos, no dejar que nos lleve la corriente.
Intentar limpiarnos de ese lodo que se nos adhiere a la piel y al corazón.
Conocer y disfrutar un poco más con los demás, aquellos que hemos separado mediante colores, himnos y banderas sin sentido, personas con quienes compartimos más de lo que pensamos: la tierra, el aire, los sueños, la libertad, la vida.

Así, quizá esta concentración sea simplemente nuestro granito de arena, nuestra voluntad de construir una realidad más justa, más humana, más llena de luz, en la que todos tengamos cabida.
Porque, al final, el mundo es eso: un montón de pequeños espacios contiguos que construimos nosotros mismos.

nostalgia de nariz

Tengo nostalgia de nariz
prominente, morena, paredes planas.
Recorrerla. Observarla. Grabármela
en primerísimo primer plano.

La medida:
narices solapadas,
ojos con mirada distorsionada
- ¿mejor cerrarlos? -
labios a un suspiro de distancia.

ciudad

Vuelvo
y la ciudad me espera
con otros colores.
Lo sé:
urbe-humo, ruido, coches, prisas
cancerosa.
Pero la miro
y se abre en viento,
hojas verdes y rojas -oasis-
cielos azules, nubes grises tan tangibles,
atardecer naranja, vertiéndose sobre los edificios.
Asoma la lluvia.

Recordatorios de que también aquí
hay luz.
Las farolas se encienden
justo ahora. Ahora.
Ciudad-venas repletas de vidas,
rellenas, enérgicas, vibrantes.

encuentra

Tranquila.
Sólo encuentra
un rincón
donde pares el tiempo
- respira -
donde hagas nacer
un pensamiento:
como un soplo
como una luz
como
un remanso de agua
un puñado de arena
serena
- respira -
Y encuentra.


para Mireia

estás

Iluso:
todavía crees estar
tan sólo allí donde eres materia;
y no en la calle conmigo,
conmigo tranvía,
conmigo esta mañana,
conmigo piel, rizos, dentro.
Conmigo a veces -o siempre- aunque
distancia y tiempo.


letras

No te asustes si descubres
una a en tu mano
una s recorriendo tu cuello
un punto y coma anclado a tu brazo.
Si las letras
llenantupielalimentanelaire
invadentualiento.

No te asustes porque
con el teclado yo te pienso.
Te estoy escribiendo.

poema

Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores blanquísimos
donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y cintas que
dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas precisamente lo que
viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones cuando se disuelven
en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio,
esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.

Además te quiero, y hace tiempo y frío.

- Julio Cortázar -

una brecha

siempre se abre una brecha
y, a través de ella,
vemos más nítido...
el mar.

de-tener

debo de tener los ojos para adentro
- porque no paro de verte
aunque no estás -

sí, debo detenerlos.

eso era amor


Le comenté:
- Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
- ¿Te gustan solos o con rimel?
- Grandes,
respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato
y se fue a tientas.

- Ángel González -


un vaso

Varios ancianos deambulan por esa sala de paredes y sofás esterilizados. Otros están sentados, confundiéndose con el mobiliario. Pero la mayoría mira el ventanal que da vistas al jardín. Silencio.

Ella observa un vaso con medicamento naranja que tiene entre sus manos, arrugadas, pálidas, venosas. Permanece inmóvil en su silla de ruedas, con una manta de lana sobre las piernas.

Silencio. Alguien tose. Silencio y quietud.
Continúa con el vaso entre las manos, mirándolo.

Mis dos manos, tersas, rosadas, rodean las suyas. Estoy en cuclillas, frente a ella. Me mira, nos miramos. Me incorporo y la abrazo. Apoya el vaso sobre sus piernas, las manos lo sueltan. Tenemos las caras tan cerca. Acaricia mi rostro y, después, el suyo. Nuestras frentes, nuestros párpados, nuestros mentones... nuestras narices aguileñas. Sí, lo sé. Sonríe. Observa mi pecho, adornado con su colgante. Toca su cuello, su escote desnudo, coronado sólo con blandas venas. Mira al suelo. Desabrocho la cadena que pende de mi cuello y rodeo, con ella, el suyo. Por un momento recuerdo su tersa piel, su firme escote, el colgante bailando entre sus senos maduros pero vivos. Recuerdo las noches en las que me arropaba, las tardes en que cocinaba chocolate caliente, las mañanas de risas incansables.

Sonríe. Estrecha mi mano, me mira, separa los labios... va a hablarme.
Pero vuelve a rodear el vaso con las dos manos. Y no quita –ni quitará– la mirada de él.

stop


decidir que ya, stop
a algunas cosas
y adelante
otras.

- aunque también me quedo
con stops temporales
algunos
más adelante, ya veremos -

a aletazos

que caigan a aletazos los agobios
nada más.
que mis brazos me hagan parecer
una mariposa
y sentirme así, liviana.
sin pendientes tareas, trastos, amores
desordenados.
que caigan, sí.
a aletazos.

only one wish

inventa un rincón
dibuja un farol
enciende su luz

para mí

(una de) binomio fantástico

No quiero comer pescado.

Aquel hombre se ha metido dentro de la sardina que hay en mi plato. Así, a la plancha, se le ha quedado tostadito el cuerpo, y los ojos se le han recubierto de una película gelatinosa bajo la cual sólo existe un rumor de lo que pudieron ser sus pupilas.
Ojos quemaditos; asados y acuosos. De sardina. De aquel hombre.
Tuve que cerrárselos en el hospital. Accidente de moto, fuego, hombre.

Los demás clavan los cubiertos en los pescados de sus platos. Cercenan sus cabezas, rebanan sus vientres, chupan sus espinas.

No. Yo no comeré pescado.
Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.
Juan Ramón Jiménez

¿quién soy yo?


Soy yo.
¿Quién soy yo?

Párpados. Uñas. Deditos.
Y esto; esto también.
- corazón: late -
Yo hoy, aquí y ahora.
Ahora ya pasó.

¿Quién soy yo?
Vísceras y agua.

Pero no. Eso no. Sólo eso no.

También soy un yo no-párpados. No deditos.
No vísceras ni agua.
Mi yo no-uñas.

Inasible.